LA INFANTA IMPUTADA

Hace poco hemos tenido conocimiento de la posibilidad de que una infanta de España (ya se sabe, una hermana del próximo rey y en un puesto alto en la línea sucesoria), podría estar implicada en un asunto de tráfico de influencias, cobro de comisiones ilegales y apropiación de dinero público. Sólo sospecha, pero por eso ha sido imputada, para poder investigar y aclarar el asunto, que yo considero grave. Sin embargo, poco después, han enmendado la plana a ese juez tan atrevido y han retirado la imputación.

No voy a entrar a hablar de si esta señora es culpable o no. Tampoco voy a hablar de las reacciones, creo que sorprendentes, de la casa real antes y después (aquí hay que felicitar a la casa del príncipe, que ha tenido desde un principio la actitud que la casa real sólo ha tenido una vez librados del «puro»; será por una cuestión generacional o porque alguien ve peligrar la continuidad). No voy a hacer comentarios sobre la actitud de la fiscalía, opuesta a investigar y facilitando el trabajo a los abogados defensores (al final cobrarán y otros les habrán hecho el trabajo). No voy ha hacer fáciles comentarios sobre el chiste que sigue siendo eso de que la justicia es igual para todos. O la actitud de los medios de comunicación, que han convertido a la infanta y al impresentable de su marido en poco menos que pobres víctimas dignas de compasión.

Quienes me siguen o han entrado alguna vez en mi blog (a los que no, les invito a leer otras entradas), saben que suelo acabar con una frase relacionada con el tema de la entrada, intentando que nos haga pensar un poco más. En esta ocasión, quiero que la base de este post, sea esa frase, pues creo que viene al dedo y nos debería hacer pensar un poco más a todos, especialmente a los que detentan cargos de responsabilidad (no he confundido la palabra, aunque reconozco que no todos detentan, algunos pueden llegar a ser honestos y sólo ejercen un cargo): LA MUJER DEL CÉSAR NO SÓLO DEBE SER HONESTA, SINO ADEMÁS PARECERLO.

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