¿DE VERDAD NOS MERECEMOS ESTOS POLÍTICOS?

De momento no voy a hablar de los recortes, mejor dejarlos reposar un poco. En este momento mi indignación es tal que diría cosas de las que a lo mejor me arrepiento y, además, probablemente no cumpliría con mis propias normas.

Pero hay algo que me parece indecente, ofensivo, digno de una revolución; no es ni de lejos aceptable que estos energúmenos que tenemos de políticos aplaudan a rabiar loas medidas que nos empobrecen a todos, que hace retroceder  el estado de bienestar varias décadas; si no quieren llorar, al menos que se callen; claro, que es muy fácil estar feliz cuando a ti los recortes no te afectan ni siquiera de refilón.

¿Y qué decir de esa tipeja, perteneciente a una dinastía en la que destacan casos de personajes que hacen y deshacen sin que nadie les haya elegido para sus cargos (es lo que tienen las «democráticas» diputaciones provinciales), en la que priman sospechosas circunstancias de presunta corrupción y actitudes mafiosas? Esta señora les ha deseado lo «mejor a los parados» en medio de la euforia que rodeaba a los de su clase; y luego nos vende la moto de que se lo dedicaba a una persona determinada; ¡señora, que las imágenes claman!

Por supuesto, nadie dimite, nadie es cesado. Es lo que tiene vivir en un país de pandereta, de «república bananera».

«Los políticos son como los cines de barrio, primero te hacen entrar y después te cambian el programa» (Enrique Jardiel Poncela).

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